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Conoce un poco mejor marrakech
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Marrakech, la ciudad roja, mítica, capital cultural y turística desde hace más de un siglo, inspiradora de artistas, modas y acontecimientos, ofrece un inteligente equilibrio entre los tesoros del pasado y la energía permanente de la cultura moderna.
La ciudad imperial, ya que en su pasado fue capital del Reino, ofrece evasión total, en un entorno seguro y amigable. Su secreto es su autenticidad y encanto intactos, su esplendor pero también su sencillez.
Desde la llegada, cautiva el contraste de colores: la ciudad con sus murallas rosas de adobe, sus muros cubiertos de buganvillas, de donde surgen palmeras y otras plantas, es un grandioso decorado sobre el fondo de las cimas nevadas del Alto Atlas. Bajo un cielo luminoso de un azul intenso se anuncia la autentica naturaleza de Marrakech: un lujurioso oasis perpetuamente soleado que exhala los fluidos efluvios del jazmín y del azahar.
En el interior de sus murallas de adobe, a la sombra de las callejuelas de su medina, reina una intensa actividad, salpicada de voces, colores vivos, aromas de maderas de cedro y especias.
En la medida y sus zocos rebosantes de alimentos, telas y objetos artesanales, al abrigo de unas murallas impresionantes que se remontan al siglo XII, todos se afanan, ajenos al paso del tiempo. Como un mundo inmutable y, sin embargo, moderno, donde los teléfonos móviles pueden sonar mientras un titiritero divierte a la multitud.
La plaza de Jemaa El Fna, lugar de todos los encuentros, nunca se vacía y es el corazón palpitante de la ciudad. De visita obligada si se encuentra en Marrakech, está clasificada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Debe su fama a su espacio, su multitud y su ambiente, y constituye probablemente el teatro popular más increíble del mundo. No debe perderse la transformación que sufre la plaza del día a la noche. Como si un cambio de decorado se tratara, la fiesta comienza por la noche en la Plaza de Jemaa el Fna, conviertiéndose en lugar de encuentro y espectáculo, con tenderetes que ofrecen comidas y bebidas. A cualquier hora del día podrá encontrar narradores, astrólogos, acróbatas, pitonisas, cuenta-cuentos, encantadores de serpientes, músicos, bailarines, actores, etc…
Lejos de la multitud, las tumbas de Saadies y su jardín árabe-andaluz ofrecen un momento de calma antes de visitar los dos mausoleos y sus salas suntuosamente decoradas, a la sombra del soberbio minarete de la mezquita de El-Mansour. A dos pasos, podemos disfrutar de una panorámica impresionante de los techos de la ciudad desde la terraza del palacio de El-Badi. Desde la esquina noreste, podremos admirar el antiguo Minbar de la mezquita de la Koutoubia, un pulpito exquisitamente ornamentado con esculturas y delicadas obras de marquetería.
Deje que sus pasos le guíen hasta la madraza Ben-Youssef, una escuela coránica que en el pasado acogía a centenas de estudiantes en un marco propicio para la elevación de las almas. Un poco más allá, sin abandonar la medina, no se pierda el museo de Marrakech. Recientemente reubicado dentro del recinto del palacio de M’Nebhi, que data del siglo XIX, recorre ocho siglos de tradición artística y artesanal de Marruecos. No dude en detenerse un instante para admirar la fuente Chrob ou Chouf. Esta suntuosa e impresionante obra en la fachada de madera se remonta al siglo XVI. Un poco más al este, el barrio de los curtidores es de visita obligada, un viaje exótico por un mundo donde los olores y los colores le transportan. Tome una de las calesas de la ciudad para llegar por fin a la Menara. Este pequeño pabellón está bordeado por un inmenso estanque y es un lugar muy frecuentado por los marrakechíes para disfrutar de una comida al aire libre en el ambiente fresco que aquí se respira. No dude en imitarles, tras haber llenado una cesta con las viandas que haya podido encontrar en la medina. ¡Pues no debe olvidar que Marrakech es una ciudad también conocida por su gastronomía!
ESQUÍ – De Navidad a Semana Santa se puede disfrutar de la estación de esquí de Oukaimeden. Situada a 75 kms. de la ciudad esta estación de esquí responde a las normas internacionales. El espacio esquiable se encuentra situado entre 2.500 y 3.200 metros de altitud. Imagínese el placer de esquiar a esta altitud durante el día y encontrar por la noche la calidad de Marrakech. En verano esta misma montaña ofrece numerosas y hermosas excursiones para senderistas, trekking, mountain bike y resto de actividades de montaña.
GOLF – Con las montañas del alto Atlas como telón de fondo puede elegir entre cuatro greens: El Royal Golf de Marrakech, con 27 hoyos, fue construido en 1923 y es un campo histórico por el que han pasado multitud de ilustres jugadores. El Palmeraie Golf Club (27 hoyos) los jugadores de todos los handicaps disfrutarán gracias a la diversidad de los hoyos.
Al crepúsculo, disfrute de un paseo por la plaza de Jemaa El Fna, el corazón palpitante de Marrakech. Ambiente medieval y exótico garantizado gracias a los narradores, los malabaristas, los domadores de animales y, sobre todo, los escupidores de fuego que iluminan la noche marroquí con sus chorros chispeantes al son de melodías tradicionales. Una experiencia única, un viaje por el tiempo imposible de compartir en otros lugares.
Después de la cena, recorra con amigos los pubs y locales nocturnos de Marrakech para prolongar en lo posible el deleite de los sentidos. Siempre será bien recibido y, en todas partes, encontrará un lugar a donde retirarse y contemplar el brillo de las estrellas en la inmensidad de un cielo perfecto, al fulgor sutil de los fotóforos ingeniosamente ubicados. ¡En Marrakech, la noche cobra una nueva vida!
Esta ciudad milenaria ha visto pasar a cinco dinastías que han influido considerablemente en su destino. fueron los Almorávides quienen en 1062 fundaron Marrakech. su más hermoso legado fue haber traído el agua a la ciudad mediante un ingenioso sistema de pozos, captación de fuentes y redes de canalización. Les debemos los palmerales, jardines, huertos, y todo lo que permitió el desarrollo de la ciudad, entonces capital de Marruecos.
En el siglo XII los Almohades toman el relevo. Contribuyen a mejorar los sistemas de riego, amplían las murallas y crean el primer hospital que acoge al sabio Averroes. Entre otros monumentos nos dejaron la admirable Koutubia. Posteriormente (1269) los Merínidos conquistan el sur de Marruecos y toman Marrakech, que pierde su condición de capital, en beneficio de Fez. En 1554 con la llegada de los Saadianos, la ciudad recupera su status de capital. Comienza una nueva era bajo el reinado de Ahmed El Mansour, llamado «el Dehbi» (el dorado) por sus fabulosas riquezas procedentes de Sudan. Manda construir el gigantesco y lujoso palacio El Badii, réplica de La Alhambra, embellece la ciudad con mezquitas, fuentes y madrazas, y prepara una magnífica necrópolis donde se enterrarían los principales personajes de su dinastía: Las Tumbas Saadianas.
En el siglo XIX, bajo la dinastía Alauita, Moulay Slimane reconstruye la mezquita Ben Youssef y crea los jardines de la Menara. Moulay Hassan y su hijo Moulay Abdelaziz también edifican magnificos palacios: Dar Si Said, el Palacio Bahía. Tras la construcción de la ciudad nueva el Gueliz en 1913 y la Mamounia en 1923, Marrakech comienza a fascinar a artistas, escritores y miembros de la alta aristocracia mundial. En 1931, el pintor Jacques Majorelle crea aquí su famoso jardín.